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fascículo 2: el encierro

Crónica encierro Filología

Salamanca se mueve: Facultad Libre de Filología – Revista Niebla

-Nora de Santillán y Juan Medina


Lxs estudiantes de Filología se han encerrado esta noche en Anayita, el edificio más moderno de la Facultad. Alrededor de las 19h lxs participantes han comenzado a acomodar sus mantas, sacos de dormir y mochilas en el patio central y los pasillos, mientras otrxs han colocado carteles identificativos en las aulas donde tendrían lugar las actividades programadas. Lxs organizadores son parte de la autodenominada Asamblea Provisional de Filología que surgió precisamente con el único objetivo de dar vida al encierro. Varixs estudiantes de la asamblea repartieron estos folletos con las actividades del encierro:

Horarios y actividades

20.00h – Aula Minor. Comienzo del encierro. Asamblea abierta de trabajadores y estudiantes. *Se puede cenar durante el evento a condición de ser todxs responsables con nuestros residuos*

Pausa de 15 minutos.

22.00 – Aula Minor. Docu-debate. El movimiento estudiantil chileno. Presenta Lautaro Rojas, Universidad Católica de Chile.

23.30 – Aula A-13. Taller literario. Escritura subterránea. Dirige Amelia Hernández, compañera de Filología Inglesa.

23.30 – Aula Minor – Proyección – La Noche de los Lápices. Coordina Martina Feldman, compañera de Filología Hispánica.

1.30 – ¡silencio y a dormir!

8.00 – Desayunamos juntxs. Habrá café, leche (de vaca y de soja), galletas y fruta.

9.00 – Comienzo de las clases y fin del encierro.

Tras asegurarse que todxs tenían los horarios de las actividades un nutrido grupo de voluntarixs llevaron sillas extra al Aula Minor, la clase más amplia del edificio Anayita de la facultad. Lxs trabajadorxs iban llegando poco a poco, haciendo corrillos en el hall del edificio. Trabajadoras de la limpieza, guardas de seguridad, profesorxs, personal administrativo… Había representantes de prácticamente todos los gremios.

Para las 20h solo algunxs rezagadxs seguían fumando en las puertas de la facultad con Juan, el guarda de seguridad al que le había tocado trabajar y vigilar que todo fuera bien. “No me puedo quejar, al menos me invitan a tabaco y a café, son majos, oye”, afirmaba, con una media sonrisa y un cigarrillo en la boca.

Trabajadorxs y estudiantes se sentaban mezcladxs por todo el Aula Minor. Durante los minutos previos a la asamblea profesorxs y alumnxs charlaban sobre la precariedad de los distintos departamentos de la facultad: “en filología portuguesa no damos abasto, chicos, no renuevan a los profesores jubilados”. Poco después de las 20h Santiago, estudiante de Filología Románica, se levantó y anunció que la asamblea iba a comenzar ya, invitando a los colectivos de trabajadorxs a compartir sus quejas sobre sus condiciones laborales y el funcionamiento de la facultad.

Ana, trabajadora de la limpieza, leyó el documento colectivo que había redactado junto a sus compañeras. En él destacaban la precariedad de sus condiciones laborales, el bajo salario, y señalaban como culpable a la subcontrata responsable del servicio de limpieza: “el problema es que no es público, sino privado. La empresa que ofrece el presupuesto más barato se lleva el contrato, les da igual en qué situación nos deje eso a las trabajadoras”.

Olaia, profesora titular de Filología Hispánica, dio a conocer las condiciones laborales de su departamento. “La única manera de conseguir que se contrate profesores nuevos es a través de la figura del profesor asociado, cuyo salario jamás sube de los 800€.” Continuó añadiendo que “cuando se jubila o se va un colega los demás tenemos que asumir sus asignaturas, da igual si conocemos su disciplina o no. Es eso o que la asignatura desaparezca. Es lamentable.” Lxs asistentes callaban y asentían, concentradxs.

Una vez terminó su comunicado fue el turno de Marta, trabajadora de la copistería de la facultad, quien dio a conocer su situación laboral: “No podemos competir con otras copisterías, nos es imposible bajar los precios y obtener unas ganancias aceptables […] dependemos totalmente de la empresa que gestiona el servicio que, al igual que en el caso de las compañeras de la limpieza, está subcontratado al mejor postor. ¿Para cuándo hacerlo público? ¡Ya es hora!” Marta no había terminado la última frase cuando comenzó a ser jaleada por el público que se rompía en aplausos y gritos de “universidad pública y de calidad”.

Pedro, del personal de seguridad, se levantó enérgicamente, probablemente motivado por la vibrante atmósfera que se estaba gestando en el Aula Minor, para protestar por las jornadas laborales de su sector: “son interminables, todo el día ahí de pie sin poder descansar apenas. Además solemos estar muy expuestos al frío y al calor, no sé ya cuántas veces he enfermado por no tener un equipamiento adecuado.” Prosiguió con un tema clave en la lucha de lxs trabajadorxs de la facultad: el salario. “Nuestro salario no es digno, no nos da para vivir bien. De hecho, apenas podemos vivir, ni bien ni mal, tal y como están hoy en día los precios de alquiler o las hipotecas.”

Precisamente los salarios fueron una de las piedras angulares del discurso de Víctor, profesor asociado en el departamento de Filología Francesa. “Como ha dicho ya Olaia, cobramos como mucho 800€, pero en la mayoría de los casos (o al menos los que yo conozco) nuestro sueldo suele rondar los 600€, cuando nuestra carga de trabajo es bastante superior a la proporcional al salario por esa falta de personal de la que hablábamos. ¡Somos responsables de la educación de este país, joder! El Aula Minor rompió en aplausos de nuevo ante la acalorada exclamación del profesor. Una miembro de la asamblea, Martina, intervino con una particular proclama: “la cultura, la literatura, no tienen lugar en las universidades españolas. El estudiantado en su conjunto debe hacer las facultades espacios colectivos donde poder reunirse, conversar, trabajar e incluso crear en equipo, necesitamos espacios de ocio y académicos ajenos a lógicas de consumo. ¡La universidad debe ser libre y libertaria!.” Un discurso muy bien recibido pero rápidamente completado por Maitane, otra estudiante: “la universidad debe ser también obrera, compañeras. Que las hijas de la clase trabajadora puedan acceder a una educación superior es clave en nuestra liberación.” Los aplausos se sucedieron de nuevo, siendo especialmente intensos entre las trabajadoras de la limpieza.

La asamblea decidió, tras hora y media de frenéticos comunicados, proclamas y debates, formalizarse como la Facultad Libre de Filología, en la cual crear estructuras paralelas a los departamentos de la facultad con el objetivo de autogestionar su propia educación con la colaboración de lxs trabajadorxs, a lxs que animaban a unirse a un sindicato. Asimismo, se consensuó crear comisiones abiertas, horizontales y con cargos rotativos dedicadas a áreas como movimiento estudiantil, cultura, trabajo o arte y propaganda para revitalizar la vida política y cultural de la facultad. La próxima asamblea abierta para profundizar en la organización de La Libre, como algunxs se empezaron a referir a la asamblea, fue fijada para el próximo viernes 14 en el mismo a las 19h en el mismo aula.

Tras una pausa para el ya clásico café y cigarro, el estudiante de doctorado de la Universidad Católica de Chile Lautaro Rojas presentó la proyección de un documental del movimiento estudiantil chileno “Chile se mueve”. Lautaro está realizando una estancia académica en la facultad para sus estudios en narrativa española del siglo XX, aunque como afirmó al comienzo de la charla “no estoy de acuerdo con la división de literaturas por naciones, es arcaico. Tu literatura es la del idioma con el que escribes.” El documental mostraba cómo lxs estudiantes de Chile se habían rebelado contra las políticas neoliberales salvajes heredadas del pinochetismo que hacían que la educación fuera un negocio asequible para muy pocxs. La revolución no era solo estudiantil: el pueblo chileno, trabajadorxs, jubiladxs, familias enteras… todxs se habían puesto del lado del estudiantado, pues concebían la educación como un bien común que debía ser público, gratuito y accesible. Las expresiones de protesta eran fantásticas, se entrelazaban los enfrentamientos con los policías -los pacos-, la danza y los reclamos diversos. Tras el visionado del vídeo, lxs estudiantes dispararon sus preguntas:

“¿por qué crees que ha triunfado la revolución de los estudiantes allí?”

“¿qué opinión tienes del movimiento estudiantil español?”

¿qué rol juegan los mapuches en las movilizaciones?”

Lautaro no tenía apenas tiempo para dedicarle a cada pregunta, que caían sobre él como una cascada. “En Chile la unión del estudiantado con los trabajadores es un hecho histórico. Más allá de los altos costes de la educación pública y lo difícil que es para una familia de clase obrera o media acceder a una educación superior hay un resentimiento y una rabia acumuladas desde el fin de la dictadura o más bien antes. A día de hoy tenemos la constitución de Pinochet po, la ciudadanía aún se siente presa de una continuación de la dictadura que, si bien es cierto que cayó, fue con un referéndum. Además, en ningún caso se produjo una ruptura con los poderes de la dictadura, simplemente se adaptaron a la nueva ‘democracia’. Exactamente como acá en España, ¿cachai?”

Ante el atento silencio de lxs asistentes, Lautaro continuó con su discurso: “los estudiantes secundarios son quizá los más activos, algo que acá no pude ver, al menos aún. Tomaron las escuelas y se organizaron solitos para vivir en ellas mientras durara la huelga, su compromiso es tan férreo como sus aspiraciones. Algo como lo que están haciendo ustedes acá pero a largo plazo y con mucho más riesgo. Allá no se pierde un día de clase, capaz se renuncia a estudiar formalmente un curso entero. Pero merece la pena porque luchan por algo más grande”

Un estudiante levantó la mano para preguntar de nuevo sobre el papel de lxs mapuches. Lautaro no tardó en responder, afirmando que “el pueblo mapuche fue -y es- brutalmente perseguido por el Estado y las corporaciones, les detienen, violan, asesinan. La policía, los pacos culiaos, son los perros del Estado. Son especialmente violentos con ellos, los odian, el racismo en Chile es tan agresivo como visceral. Y aún así los mapuches siguen luchando, siguen peleando, ya sea con trabajadores o estudiantes. Bueno, luchan con el resto del pueblo chileno, obvio.”

De nuevo, pequeña pausa para café, té (y algún mate que se pudo ver pululando por ahí) y cigarrillos. Era el momento de separarse: la organización del encierro había programado dos actividades simultáneas para a las 22.30: el taller de escritura subterránea de Amelia Hernández y la proyección de la película argentina “La Noche de los Lápices”. Lxs escritorxs de este reportaje decidimos dividirnos y cubrir ambos eventos.

La proyección fue dura, verdaderamente dura. La película mostraba de forma cruda y realista los secuestros, torturas, violaciones y vejaciones perpetradas por la policía argentina a un grupo de estudiantes de secundaria en 1976 durante la última dictadura militar. A lxs asistentes se les cayeron las lágrimas en más de una ocasión, y no fueron pocas las personas que tuvieron que taparse los ojos con las manos en algunos de los momentos más duros de la película.

Martina, la estudiante que hacía un par de horas había intervenido en la asamblea abierta, abrió la lata del debate posterior. Comenzó hablando de su origen argentino, que a nadie sorprendió tras haber escuchado su acento porteño a lo largo del encierro. “Parece increíble pero es cierto. Unes pibites que ni siquiera tenían los 18. Ya vi la película en Buenos Aires, pero verla acá con ustedes fue como verla de vuelta, a pesar de los 12.000 kilómetros que nos separan de Argentina.” Otra estudiante llamada Neus se dirigió a ella y añadió “la lucha de los estudiantes ahora parece fácil, ¿os podéis imaginar sufrir lo que ellas sufrieron?”. Luca, estudiante de la facultad, respondió aludiendo a la historia del movimiento estudiantil en España: “el Estado siempre puede llegar a hacer eso. Ahora mismo en España las cosas no están tan mal, pero acordaos de Ruano, el estudiante que tiraron por una ventana en una comisaría durante el franquismo y los muchos otros que fueron torturados a lo largo y ancho del Estado, lamentablemente compartimos una historia de dictaduras crueles y sanguinarias con Argentina.”

Martina “sí, bueno, lo que no compartimos es la memoria, compañero. En Argentina se homenajea a les desaparecides, se recuerda a les represaliades de la dictadura, se juzga a les reponsables. Incluso hay museos y se hacen tours en los que se les explica a les visitantes cómo funcionaba el aparato represivo del Estado. Todo con la esperanza de que no vuelva a pasar”
Luca, a penado, no pudo evitar lamentarse: “qué envidia, Martina. Mira aquí como estamos… Franco enterrado en el Valle de los Caídos, monumento nacional, con homenajes relativamente frecuentes y permitidos por la ley. La extrema derecha vuelve al parlamento y los medios de comunicación les dan alas… Y los asesinos de la dictadura como Billy el Niño libres e incluso condecorados. Y ni siquiera se les juzga, ha hecho falta que los jueces argentinos lo hagan porque aquí son intocables. Joder, dan ganas de vomitar, qué rabia.”

Tras unos minutos más de debate, comparaciones entre dictaduras del mundo hispánico y reflexiones sobre qué hacer para que no vuelvan, Martina dio por finalizada la actividad con una intervención que animó a lxs asistentes: “chiques, que no nos quiten la memoria. Luchemos por elles.”

El taller de escritura subterránea de Amelia Hernández, estudiante de Filología Inglesa, fue también muy popular. Había decenas de participantes armados con cuadernos, bolígrafos, lápices y algún pequeño ordenador portátil. Amelia dio comienzo hablando sobre qué entendía ella por literatura o escritura subterránea:

“La escritura subterránea no es nada complicado o extraño. La idea de ser subterránea, la subterreneidad, hace referencia a que no es literatura que esté tan a la vista como la literatura de masas. Es decir, no se trata precisamente de best sellers creados por escritores -normalmente hombres de buena posición social- ni tampoco de libros concebidos con la mera intención de publicarlos y ganar dinero, la idea principal es atacar el concepto de literatura como bien de consumo, escribir desde un yo o un nosotros sin pensar en lo económico (lo cual no quita que luego pueda ser publicado, claro). Escribir por el amor al arte, por crecer, por expresarse… y lo más importante: leer. Porque para escribir -bien o mal, eso es lo de menos- hay que leer, contrastar, relacionarnos con textos de otras personas para poder alcanzar un estilo propio. Pero claro, eso también existe. ¿Quién no escribe por escribir? La clave de la literatura subterránea va más allá: se trata de escribir en común, ser parte de espacios literarios colectivos donde crear, compartir y leer a los otros. Quizá la idea del “otro” es lo más importante en este tipo de literatura, incluso. ¿Y cómo se hace entonces? En grupo, a través de una revista, de un fanzine, debatiendo ideas, contrastándolas, escribiendo a dos, tres, cuatro manos. Escribir de lo que te late a ti o a tus compas. Por ejemplo, ¿vosotros qué escribís?

Marta, la trabajadora de la copistería, escribía poemas con temas personales, según lo que pasara en su vida. Laura, una estudiante de filología árabe, escribía un diario “adelantado”, esto es, narraba cómo pensaba que sería la próxima jornada para tener el día organizado en su cabeza; Ana, trabajadora de la limpieza, no había escrito nunca pero se moría de ganas; Pedro, de seguridad, dijo que lo único que solía escribir eran pequeños textos en los que se forzaba a pausar la mente y pensar con calma: “normalmente cuando pienso sobre algo me va la cabeza súper rápido y no me puedo detener a analizar una idea tranquilamente, así que me ayuda a formarme una opinión sobre algún tema o a darle vueltas a alguna idea que he tenido durante el día.”

Después de escuchar atentamente a lxs participantes, Amalia les preguntó: “¿Y eso quién lo lee?”

“Nadie”, respondieron varias personas al unísono.
“¿Por qué?”, espetó Amalia.

Las respuestas fueron diversas: “me da vergüenza”, “no tiene calidad”, “son cosas muy personales”, “no creo que a nadie le interese.”

“¿Os interesa lo que los demás han dicho que suelen escribir?”
La respuesta fue también unánime: sí.

“Muy bien, primero hay que trabajar en el autoconcepto literario. Parece un término complicado pero en realidad es muy fácil. Es importante tener claro qué se escribe, qué tiene de bueno, qué tiene de malo, pararse a pensar en la literatura propia y estar seguros de lo que escribimos. Pero eso hay que exteriorizarlo, es decir, comentarlo con los demás. Así que vamos a hacer grupos de 4 ó 5 personas. En cada grupo cada uno de los participantes explicará a los demás sobre qué le gusta escribir, cómo lo hace, qué le inspira, qué estilo tiene… lo que quiera. Y si no escribe puede hablar de qué le gustaría expresar o mostrar. Después de cada intervención los demás pueden comentar qué les parece su idea, dar sugerencias, consejos, compararlo con lo propio… lo que surja. Esto no va de normas precisamente. Así que, ¡a hablar!”

Una vez se formaron los grupos fui desplazándome de uno a otro y apunté frases sueltas que pude escuchar:

“no sé si tengo un estilo, ¿podéis echarle un vistazo a esta reflexión que hice el otro día?”
“¡claro! […] pues me ha encantado, oye, tienes un vocabulario súper rico, expresas muy bien la complejidad de las emociones”

“…entonces eso, mi poesía no es muy buena, pero me hace bien”
“¿y qué sientes cuando escribes?
“pues me siento liberada, como si hubiera soltado algo que me pesaba mucho por dentro”
“ahí tienes tu razón para escribir, ¿no?

“mis historias suelen tratar de personas que dejan todo y se van por el mundo, se mudan a otro país o región y se convierten en artistas.”
“¿y eso? ¿por qué te centras tanto en ese tema?”
“para mí dormir es soñar despierta, supongo que por eso”
“¿y no te gustaría hacer eso a ti? Ya sabes, dejarlo todo y marcharte por ahí.”
“claro, ¿por qué te crees que mis historias son de eso? Me encantaría…”

Tras tres cuartos de hora charlando en grupos sobre creación literaria, Amelia interrumpió la conversación para poner en común las impresiones de la dinámica de grupo, las cuales fueron todas súper positivas. Después de unos minutos de exposición y debate, y a sugerencia de la propia Amelia, el grupo decidió establecerse y reunirse con cierta periodicidad los fines de semana, cuando la mayoría podía hacer un hueco. Así podrían seguir charlando, creando y compartiendo literatura. Literatura subterránea. Acto seguido, dos de las participantes, Maitane y Graça, anunciaron que iban a crear una publicación experimental en la que, según dijeron, todxs tenían lugar y que comenzarían esa misma noche en el encierro. El nombre lo tenían claro: un mar de fueguitos. La idea era reunir todo tipo de material literario subterráneo y publicarlo en formato blog o fanzine. Acto seguido, Amelia dio por concluido el taller y todxs se despidieron. Maitane y Graça agarraron cuadernos y bolígrafos y salieron corriendo a la puerta del Aula Minor, donde la proyección ya había terminado, para, según ellas, “hacer entrevistas”. Unas auténticas genias.

Vuestrxs reporterxs favoritos nos reunimos de nuevo en el hall del edificio. Algunxs estudiantes y trabajadorxs extendían sus sacos de dormir mientras que otrxs hacían fila en los baños -que por cierto, se habían declarado unisex al principio del encierro- para asearse antes de dormir. Otrxs tantxs habían salido de la facultad para echar el último cigarro y comentar todo lo que había ocurrido “no había participado en algo así en la vida, ojalá se repita” escuchamos decir a un estudiante apoyado en la puerta de entrada con una sonrisa de oreja a oreja.

Todxs estábamos satisfechxs. Ya había dos novedades en la facultad: la Facultad Libre y un mar de fueguitos. Qué más podíamos pedir. Después de un rato charlando nos dimos cuenta de que no nos habíamos traído nada para dormir, así que, apenadxs, recogimos nuestros cuadernos y nos despedimos de todxs con pena. Nuestra labor había terminado. Por ahora.